por Scherezade
Ficción, flujo de conciencia, contribución de uno de nuestros colaboradores externos.
Tumbado, recostado en la yerba fresca, húmeda, mojada por el rocÃo de la mañana. AllÃ, mirando el cielo vasto, en la orilla de mis pensamientos, es imposible no caerme, nadar en el laberinto del mar de ideas, de tendencias borrachas de mÃ, de un ensimismamiento que ensordece, que no me permite ver más allá de mis propias narices; pero allÃ, ¿yo soy feliz?
AllÃ, en la cantidad exacta de pensares, te pienso. Coloreo el mundo gris de las huellas de tu ida, aún no me acostumbro a no recordarte, prefiero no moverme e imaginarte, recordar colores, y sumergirme en ellos hasta que no pueda respirar, hasta que los cinco minutos me funcionen.
Acaba de sonar el timbre, lo distingo, pero ¿será para mÃ? ¿Quién le habrá puesto horarios a mis relámpagos? Me pondré de pie. ¿Me reconocerá la gente? La que dice conocerme.
Estaba perdido, pero allà me transformé, ahora no soy igual que hace segundos atrás, ahora no sé si soy igual que hace segundos atrás, ahora no sé si soy mejor o peor de lo que era, pero sé, que ya no soy igual.
Ya no soy el que recostado en el suelo pensaba, soy ahora el que se levanta y contesta a la voz inaudible de responsabilidad. Me someto, me entrego al dÃa, tengo que hacer todo como no acostumbro, ¿o como acostumbraba?
Está sonando de nuevo el timbre, que minutos atrás me ensordeciera. ¿Dónde estará? Todo parece un exagium a mi gótica manera de flexionar mis pensamientos, ¿pero soy yo? ¿Ya cambié?
Me presento a mi propio reflejo, esperando que él conteste a mis preguntas, ¿o reflexione a mis respuestas? Me confundo yo mismo, ¿es mi percepción? El agua en mis manos acaricia cada arruga, verruga y hasta espinilla; muestro los dientes, les hago estragos con el brush, ya no son iguales, y el aliento ha cambiado el ambiente, sigo y me detengo importunado de nuevo por el timbre chirriante, que se afana por apurar mis pensares, ¿o tal vez me incita a otra cosa?
Cubro la arcilla, moldeada por Dedos capaces; experimento el alivio del frÃo adyacente, circundante en aquella habitación. ¿Estoy listo? ¿Para qué? Suena otro timbre, diferente a los que minutos atrás me ha importunado tres veces. Sigo caminando y al hacerlo, arrastro de una pierna mi mundo de yerba húmeda y cielo vasto, lo llevo por el corredor hacia la puerta, es ella, la que pensé. ¿No se habÃa marchado o la estoy imaginando?
Es imposible no dejar escapar la sorpresa, esa niña que juega con las emociones del que no quiere ser descubierto, y que se afana en darse a conocer. Abre la puerta de los labios y escapa el sonido impaciente de un sin aliento.
- ¿Nos vamos? -me dice ella- y yo sin más, le sostengo la mano y se la beso; ¡si, es real!, gritaron mis entrañas.
- Parece que estoy bonita, pues te he robado el aliento por unos segundos. Pensé que no despertarÃas, pues escuché tu alarma varias veces y no la apagaste como siempre. – suspiré al verla hablar- asà que todo este tiempo era aquella presumida alarma, que me decÃa qué hacer en todo momento. Descubrà al importuno: yo mismo. No quise nada más en ese momento, destruà mi quimera y vivÃ.
- Vámonos, porque ya pensé cómo se siente no tenerte.
AsÃ, de las manos, los dos cerraron la puerta.
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